La mujer luchadora: Movimientos globales y pequeñas acciones
EL FEMINISMO EMPIEZA EN CASA
Marzo es para todas nosotras el Mes de la Mujer. El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, declarado por las Naciones Unidas en 1975 para conmemorar la determinación de aquellas mujeres que han jugado un papel esencial en la historia y animar a las mujeres de a pie a continuar la lucha por la igualdad de derechos. Aun así, en estos tiempos, no es extraño escuchar comentarios del tipo: “no entiendo por qué las mujeres tienen un día para ellas”. No hay que hacer un repaso detallado de la historia para hablar de desigualdad, pero demos algunas pinceladas. Solamente hay que mirar unos siglos atrás, donde la opresión de la mujer, relegada a la autoridad del hombre, era algo natural. Se le exigía castidad fuera del matrimonio, así como sumisión, servidumbre y obediencia dentro de este. Sin lugar a duda, la sociedad patriarcal se ha servido de ciertos valores ético-morales para relegar a la mujer a un contexto familiar como único lugar donde poder realizarse y existir como individuo. Patriarcado, esa palabra que algunos creen exagerada y molesta; pero sí, usted perdone, es el sistema en el que vivimos. Actualmente, el 75% de los parlamentarios en el mundo son hombres y solo el 25% son mujeres. El poder y las decisiones siguen teniendo un sesgo masculino.
La creciente inquietud y disconformidad en plena revolución industrial empezó a crear el caldo de cultivo donde nacería la conmemoración de este Día de la Mujer. Esas protestas iniciadas a mediados del siglo XIX y que siguieron durante el XX, en las que las mujeres reivindicaban el recorte del horario de trabajo y mejora en las condiciones laborales podrían parecer algo ya lejano y ajeno. Sin embargo, solo fueron el preámbulo de los movimientos feministas que, desde entonces hasta la actualidad, demandan la igualdad a todos los niveles de la mitad de la población del planeta.
A pesar de todo, en estos tiempos de los que hablamos, existieron mujeres que, lidiando contra las adversidades, consiguieron destacar en un mundo liderado por hombres y en el que el acceso a la educación que tenían las niñas era más bien escaso. Mary Wollstonecraft, (1759–1797), en cuya obra Vindicación de los derechos de la mujer, de 1792, argumentó que las mujeres no son inferiores al hombre por naturaleza sino porque no reciben la misma educación. Augusta Ada King (1815-1852), matemática e informática, fue la primera programadora de la historia. Bertha Benz (1848-1944), pionera del sector automovilístico, inventó la pastilla de freno para automóviles. Clara Zetkin (1857-1933), impulsora de la celebración del Día Internacional de la Mujer, lideró la oficina de la mujer del Partido Socialdemócrata Alemán. Emmeline Pankhurst, (1858–1928), sufragista británica, luchó por el derecho al voto femenino. Marie Curie (1867-1934) fue la primera profesora en la Universidad de París y primera persona el recibir dos premios Nobel. Marie Stopes (1880-1958), pionera del control de natalidad, abrió la primera clínica para difundir métodos anticonceptivos en un barrio de Londres. Amelia Earhart (1897-1937), fue la primera mujer en sobrevolar en solitario el océano Atlántico. Simone de Beauvoir (1908-1986) planteó que los roles de los hombres y las mujeres nacían de una construcción social. Rosa Park (1913-2005), vinculada a los movimientos civiles, desafió la segregación racial que existía en muchas partes de Estados Unidos. Sirimavo Bandaranaike (1916-200), se convirtió en 1960 en la primera mujer en asumir el cargo de primer ministro de un país, en Sri Lanka. Valentina Tereshkova (1937-) se convirtió en la primera mujer enviada al espacio. Hedy Lamar (1914-2000), actriz e inventora, ideó un sistema de comunicaciones en el que se basan todas las tecnologías actuales, como el Bluetooth y el Wifi.
Estos son solo algunos ejemplos en diferentes áreas en los que la sociedad no les brindaba precisamente facilidades para alcanzar grandes logros. Hay una lista interminable de mujeres que han contribuido a cambiar el curso de la historia, las ideas sociales establecidas y han creado el nicho donde han cuajado movimientos feministas y activistas por la lucha contra la desigualdad. Sin embargo, a algunos les parece que la mujer ya goza hoy en día de plenos derechos, pero la triste realidad es otra. La ONU nos indica en su página oficial que:
- Existen restricciones legales que impiden a 2700 millones de mujeres acceder a las mismas opciones laborales que los hombres
- Cerca del 60% de las mujeres de todo el mundo trabajan en la economía informal, ganan menos, ahorran menos y corren un mayor riesgo de caer en la pobreza.
- Las mujeres perciben un 23% menos de salario que los hombres a nivel mundial.
- Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual y 200 millones de niñas-mujeres han sufrido mutilación genital.
¿Creen qué sería lógico quedarse impasible ante estos datos? Pues lamentablemente, seguimos necesitando un día tanto para recordar los éxitos alcanzados hasta ahora, como para reflexionar sobre los cambios necesarios para acabar con estas y muchas otras injusticias.
Me gustaría dejar aquí una reflexión personal. Porque no todo se basa en grandes titulares y hazañas, pues como cualquier cambio importante, lo ideal es empezar la transformación de la conciencia social desde pequeñas acciones que se llevan a cabo diariamente. Llevamos más de 100 años celebrando el Día de la Mujer, pero creo que hace poco tiempo que hemos logrado entender su significado real. Comprendí que estamos conmemorando la lucha por alcanzar la igualdad de derechos, no solamente en papel, sino en la vida cotidiana y real. Entendí que el reconocerme feminista y decirlo a viva voz trae consigo una responsabilidad muy grande para conmigo misma y las mujeres a mi alrededor. Me reconozco feminista cuando comparto en iguales proporciones las responsabilidades del hogar con mi pareja, puesto que no asumo que por ser mujer me correspondan a mí. Recuerdo que, con respecto a este tema, tuve y tengo aún algunos conflictos con varias mujeres que aun piensan que “una mujer buena debe ser hacendosa y atender a su marido”. Recibimos mensajes todos los días y por todos los medios que buscan mantener unos roles de género que desde hace más de un siglo están mandados a recoger, y, sin embargo, la mayoría de las mujeres los asumimos sin cuestionarlos.
De igual manera, soy feminista cuando le doy al trabajo de ama de casa el valor que debe tener. Pienso realmente que es una de las responsabilidades más grandes que tiene la sociedad y si esta es la ocupación elegida conscientemente por una mujer y de común acuerdo con su pareja, debe reconocérsele el mismo valor que se le da a desempeñar un trabajo fuera. Admiro muchísimo a las mujeres que deciden ser amas de casa, pues sé que para muchas es poner a su pareja e hijos por encima de sus propios deseos y aspiraciones. Me declaro feminista cuando en lugar de callarme cuando escucho una broma o un comentario denigrante sobre las mujeres, defiendo mis razones para sentirme mal. Me niego a compartir chistes o cadenas sexistas por las redes sociales, porque reconozco que forman parte de lo que nos construye como sociedad y eso incluye también nuestros valores. Finalmente, me siento feminista porque puedo entender que dentro de nuestro papel de ser mujeres existen mil matices y todos son bienvenidos. No juzgo a mis pares, sino que busco nuestras fortalezas y lo que nos une y no lo que nos separa. El sistema actual sabe que los grupos unidos pueden lograr lo que se proponen y por esta razón, se utilizan medios para generar exactamente lo contrario, ya sabéis: divide y reinarás.
Nuestra invitación es a valorar los logros que, gracias a la lucha de las mujeres que nos anteceden, ya son una realidad, pero también a seguir peleando contra aquellas desigualdades que aún continúan formando parte de nuestra cotidianidad y a informarnos para deconstruir el rol en que la sociedad nos ha querido encajar, y así dejar a nuestras hijas e hijos una sociedad aún mejor.
Isabel Berrio Baquero
Laura Torres Benito
CORREO ELECTRÓNICO
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